Patrimonio inglés

10,6 SEGUNDOS

Fue en los Juegos Olímpicos de París de 1924 donde Abrahams selló su reputación como gran deportista. Ganó una medalla de plata en el relevo 4×100 metros y terminó sexto en la final de los 200 metros, pero se le recuerda sobre todo por los 100 metros. En la segunda ronda, igualó el récord olímpico con 10,6 segundos, y en la semifinal logró el mismo tiempo, triunfando sobre el plusmarquista mundial estadounidense Charles Paddock. En la final, Abrahams pasó en primer lugar, de nuevo con un tiempo de 10,6 segundos. Increíblemente, Abrahams consiguió así tres récords olímpicos en el espacio de 26 horas, y se convirtió en el primer europeo en ganar un título olímpico de velocidad. Posteriormente, observó lo extraordinario que fue que 10,6 segundos cambiaran su vida de forma tan dramática.

Chariots of Fire, que convirtió a Abrahams en un nombre conocido, retrata a Harold como un extraño en los Juegos Olímpicos de 1924, condenado al ostracismo a causa de su religión. Abrahams nunca fue un judío practicante y se dice que el retrato del antisemitismo que se hace en la película es exagerado, aunque sin duda encontró obstáculos durante los primeros años de su carrera. Norris McWhirter, colega y amigo de Abrahams, escribió que «consiguió, por la fuerza de su personalidad y con muy pocos aliados, que el atletismo pasara de ser un deporte menor a un deporte nacional importante». Hoy se le recuerda como uno de los deportistas olímpicos más famosos de todos los tiempos.

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