«Los que no conocen la historia están condenados a repetirla». – Edmund Burke
Hay un adagio popular en nuestra sociedad que dice algo así: Olvida el pasado, no te preocupes por el futuro, vive el presente.
Hay verdad en esta afirmación. Demasiados de nosotros vivimos definidos por las decisiones que tomamos en el pasado. Este no debería ser el caso. Después de todo, cada nuevo día presenta la oportunidad de convertirse en una nueva persona en un nuevo camino destinado a un nuevo futuro.
Pero aquellos que eligen simplemente olvidar el pasado se pierden todo su potencial. Hay valiosas lecciones que aprender de él. Y aquellos que eligen hacer las preguntas correctas sobre su pasado están más preparados para vivir la vida al máximo en el presente.
Considera las lecciones que podemos aprender de nuestro pasado. Simplemente haciendo las preguntas adecuadas, podemos descubrir…
– Fortalezas que nos definen. Los talentos y habilidades que utilizamos para navegar y aportar valor a este mundo definen la vida que vivimos y el cambio que podemos ofrecer. Y al recordar nuestras fortalezas en el pasado, podemos reconocer mejor nuestras oportunidades en el presente.
– Debilidades que nos frustran. Todos tenemos debilidades de personalidad y competencia. Cuando no se abordan, estas debilidades limitan nuestro potencial de impacto y trascendencia. Descúbralas. Reconócelas. Y aprenda a superarlas buscando la ayuda de los demás.
– Causas que nos dan energía. Nuestras vidas encuentran la mayor alegría cuando ayudamos a otros a descubrir las suyas. Qué causas sociales te han dado energía en el pasado? ¿Qué papel has podido desempeñar para ayudar a los demás? ¿Y cómo puede una causa similar aportar nueva energía a tu vida hoy?
– Relaciones que nos inspiran. A lo largo de nuestra vida, hay, sin duda, una serie de personas que nos han inspirado a ser mejores versiones de nosotros mismos. ¿Qué rasgos tienen en común? ¿Y puedes rodearte de más personas como ellas hoy en día?
– Entornos que nos descarrilan. La compañía que mantenemos y las culturas en las que nos desenvolvemos nos aportan inspiración o descarrilan nuestro progreso. ¿Existen relaciones en tu pasado que te han hundido continuamente y que han dado lugar a decisiones destructivas? Si es así, aprenda de su pasado para evitarlas.
– Hábitos que nos vigorizan. A lo largo de nuestra vida, empleamos una variedad de disciplinas para sacar el máximo provecho. Descubrimos una nueva dieta, una nueva práctica de fitness o una nueva rutina matutina. Experimentamos con ellas: algunas funcionan, otras no. Con el tiempo, estas nuevas disciplinas se convierten en hábitos o desaparecen de nuestra memoria. Mira hacia atrás. Reconozca los hábitos que aportaron energía, salud y vigor a su vida. Y abrázalos de nuevo.
– Afectos que nos traen alegría. Varios asuntos de nuestra mente y afectos de nuestro corazón traen diferentes cantidades de alegría, significado y realización a nuestras vidas. ¿Qué afectos te han aportado más alegría a lo largo de tu vida? ¿Y te has alejado de ellos? Si es así, regresa. Y al hacerlo, reconoce lo que te distrajo de ellos en primer lugar.
– Persecuciones que nos distraen. En última instancia, las decisiones que tomamos con los recursos que se nos han dado determinan la vida que acabamos viviendo. La mayoría de los recursos que tenemos a nuestra disposición personal son finitos y limitados (dinero, tiempo, energía). Por definición, la asignación de los mismos a una búsqueda limita la cantidad de recursos que tenemos disponibles para otras. Es sabio reconocer las búsquedas sutiles que rutinariamente te distraen de los deseos más verdaderos de tu corazón.
– Adicciones que nos controlan. Somos un pueblo que con demasiada frecuencia cede el control de nuestro bien más preciado a otro. Caemos bajo la influencia de sustancias, posesiones o entretenimiento. Y cuando lo hacemos, nuestra vida deja de ser nuestra. Identifica las sustancias controladoras recurrentes (adicciones) en tu vida y busca humildemente la ayuda necesaria para eliminar su influencia sobre ti.
– Tentaciones que nos hacen tropezar. Al igual que las adicciones, cada uno de nosotros tiene una debilidad única ante la tentación. Estas tentaciones pueden variar en su naturaleza, pero cada una de ellas nos resta la vida más plena posible. Pero no tienen por qué definirnos. Podemos empezar de nuevo. Sin embargo, sólo aquellos que pueden identificar y admitir sus errores en el pasado tienen la oportunidad de aprender de ellos.
– Estilos de aprendizaje que nos convienen. Todos aprendemos de forma diferente. Algunos aprenden visualmente, otros verbalmente, algunos aprenden mejor en grupo, mientras que otros aprenden mejor solos. Tu estilo de aprendizaje es tan único para ti como tu huella dactilar. Lo importante es reconocer y comprender qué estilo se adapta mejor a ti. Esta vida debería estar llena de aprendizaje constante… y cuanto antes reconozcamos cómo aprendemos mejor, antes empezaremos a crecer en ello.
– Motivaciones que nos obligan. En lo más profundo de nuestro corazón, nuestra motivación es suprema. Determina las decisiones que tomamos, el uso de nuestro tiempo y las palabras que elegimos utilizar. Comprender nuestras motivaciones más profundas es una tarea difícil. Requiere quietud, paciencia y una autoevaluación constante. Pero cuanto más descubramos por qué hacemos las cosas que hacemos, más fácil nos resultará aprovechar al máximo el presente que vivimos hoy.
Si empezamos a hacernos las preguntas correctas, hay innumerables lecciones de vida que podemos aprender de nuestro pasado. Nunca sientas que tienes que definirte por él. Pero sería igualmente insensato olvidarlo por completo cuando ofrece tanto potencial para el presente.
Imagen: blmurch