Si algo me ha enseñado el hecho de que desconocidos me envíen por correo electrónico detalles íntimos sobre su vida amorosa, es que la mayoría de las mujeres no disfrutan del sexo.

Como mujer, esto no es del todo sorprendente. Sin embargo, lo que resulta sorprendente es la forma en que los hombres perciben las experiencias sexuales de las mujeres.

Un repaso rápido a los comentarios de cualquier columna que he escrito sobre el placer femenino sugiere que la mayoría de los hombres piensan que son amantes ejemplares. Tanto es así que hay una confusa incredulidad cosida en sus diálogos.

«Esta mujer se ha acostado claramente con los tipos equivocados. Nunca he tenido ninguna queja», es una de las reacciones más comunes que leo de los hombres cuando hablo de la brecha del orgasmo.

Sería cómico si no fuera tan revelador de nuestras carencias culturales en torno a la educación sexual.

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Francamente, es lógico que los hombres no estén al tanto del placer femenino. Los equipamos con tan poca información sobre cómo funcionan los cuerpos de las mujeres, que es un milagro que alguno de nosotros tenga sexo satisfactorio.

Esto se agrava sólo por el hecho de que criamos a las niñas para que se disocien de su sexualidad – y al hacerlo, hacemos que su decepción sexual silenciosa sea una inevitabilidad.

Los investigadores han sabido desde hace tiempo que hay una anomalía en la forma en que las mujeres llegan al clímax cuando se compara el sexo en solitario y en pareja. Los estudios sugieren que la mayoría de las mujeres alcanzan el orgasmo en aproximadamente el mismo tiempo que un hombre -tan sólo cuatro minutos- durante la masturbación. Pero esta cifra cambia durante el coito.

Un trabajo de 2018 publicado en The Journal Of Sexual Medicine reveló que las mujeres tardan, de media, 14 minutos en alcanzar el clímax cuando tienen sexo con su pareja. Eso es más del triple de lo que tardamos en llegar cuando estamos solas. Además, sólo el 63% de nosotras llega al orgasmo, en comparación con el 95% de los hombres.

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Entonces, ¿qué está fallando?

Para empezar, probablemente no ayuda que no nos pongamos de acuerdo sobre cómo debe ser el sexo en primer lugar. Un sinfín de estudios sobre el tema ponen de manifiesto que lo único consistente cuando se trata de nuestra definición colectiva de sexo es lo inconsistente que es.

Por ejemplo, una encuesta realizada por investigadores de la Universidad de Utah, descubrió que sólo el 24% de las personas consideraba el sexo oral como «sexo real». Otra encuesta reveló que menos del 40% de las personas creen que la estimulación digital es una parte significativa del sexo.

Esto es realmente sorprendente si se tiene en cuenta que hasta tres cuartas partes de las mujeres necesitan una estimulación directa del clítoris -algo que no se consigue normalmente a través del sexo con penetración- para llegar al orgasmo.

Las investigaciones indican de forma abrumadora que cuando las mujeres reciben besos profundos y apasionados, estimulación manual y sexo oral, tenemos muchas más probabilidades de llegar al clímax. Sin embargo, una de las principales quejas que escucho de las amigas que tienen pareja es que «los juegos preliminares son prácticamente inexistentes».

Las escenas de sexo en la cultura pop realmente no ayudan a nuestro caso. Casi siempre hay un salto inmediato desde que un personaje masculino besa a una mujer hasta que ambos personajes aparecen desnudos, en plena sesión de sexo con penetración. No vemos cómo han llegado a ese punto, ni qué discusión -si es que hubo alguna- sobre el consentimiento y los límites, ni si alguien tuvo que coger un bote de lubricante o un vibrador para que las cosas empezaran.

El mensaje es esencialmente: besa a una mujer y se le caerá la ropa.

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En verdad, es un poco más complicado. Mientras que la mayoría de los hombres experimentan la excitación de forma espontánea (es decir, al instante y con o sin estimulación), en el caso de las mujeres, el deseo es algo que suele ocurrir de forma reactiva y depende de la situación.

En su innovador libro, Come As You Are, la autora y educadora sexual, la doctora Emily Nagoski, señala que el 85% de las mujeres nunca experimentarán deseo espontáneo. En otras palabras, cuando las mujeres se quejan de que «no sé qué me pasa, nunca tengo ganas de sexo», lo que realmente están diciendo es que nunca sienten una excitación espontánea.

Desgraciadamente, como no reconocemos las complejas formas en las que funciona el deseo de las mujeres debido a la vergüenza en la que envolvemos la sexualidad femenina, las mujeres a menudo creen erróneamente que están rotas sexualmente, y renuncian al sexo por completo. No es una coincidencia que sentir que se está roto conduzca a – lo has adivinado – más vergüenza.

La vergüenza ha demostrado ser una herramienta históricamente poderosa para someter, y en última instancia, privar de derechos a las mujeres. La teoría en la que se basa es: enseñar a las niñas que sus cuerpos son sucios y que no se puede confiar en sus deseos, y así podremos evitar que se vuelvan promiscuas. La desafortunada consecuencia ha sido preparar a las mujeres para una vida de sexo insatisfactorio, a veces doloroso e incluso no consentido.

Para las mujeres, el buen sexo significa reconocer la mecánica de la excitación contextual. Si ella ha tenido un día estresante corriendo detrás de los niños y está resentida porque su pareja no ha sacado la basura, es poco probable que se excite y, por tanto, llegue al clímax.

La buena noticia es que lo contrario también es cierto. Si está relajada porque su pareja hace su parte sin que se lo pida, y se siente sexy porque está vestida para una cita, es mucho más probable que esté sexualmente receptiva.

La probabilidad de que llegue al orgasmo aumentará aún más si su pareja no se pasa de GO y procede directamente a la penetración. En particular, si se retrasa el desvestido y hay varios minutos de besos apasionados. Añada el sexo oral y la estimulación manual que reconoce la importancia del clítoris, y tendrá una receta para un sexo satisfactorio para ambas partes.

Por supuesto, sería ideal que las mujeres pudieran decir esto directamente a sus parejas. Sin duda hay unos cuantos hombres leyendo ahora mismo lamentándose: «¿Por qué siempre tiene que caer esto sobre mí?». – y mira, lo entiendo. Pero, por desgracia, seguimos viviendo en una cultura que avergüenza a las mujeres para que desconfíen de su propio cuerpo y guarden silencio en torno al sexo. Así que hasta entonces, estoy aquí para decirlo por ellas.

Puede que los tíos tengan que hacer un poco más de trabajo mientras tanto, pero es una compensación bastante buena por mucho más sexo, del que las mujeres realmente disfrutan, no solo fingen.

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