Desde la Edad de Piedra, la miel ha sido buscada por su valor nutricional y medicinal. Los hombres de las cavernas desde el principio de los tiempos han trabajado duro para cazar colmenas salvajes y despojarlas de este edulcorante natural, haciendo de la miel un preciado alimento básico de la dieta paleo.
Aquí tienes todo lo que necesitas saber para incorporar la miel a tu dieta de alimentos paleo.
Una breve historia de la miel
La miel se conserva desde la construcción de las antiguas pirámides de Egipto, y los arqueólogos quedaron asombrados al descubrir que el alimento tiene una vida útil eterna. Los apicultores ya extraían miel de las colmenas en el año 2.500 a.C. en Egipto, o al menos eso sugieren los grabados de las cuevas. También se han descubierto botes de miel en las tumbas de los antiguos faraones para llevarlos al más allá, lo que pone de manifiesto que la miel era realmente valiosa para diferentes grupos de personas a lo largo de la historia.
Beneficios para su dieta
La miel es una sustancia reguladora del colesterol, ya que tiene la capacidad de reducir el colesterol malo y aumentar los niveles saludables con una pequeña dosis. Además, la miel utilizada como una fuente de energía natural es supremamente beneficiosa para su dieta; el combustible del cuerpo se puede obtener a través del glucógeno en el hígado, y esto es valioso para cuando se despierta para comenzar su entrenamiento de la mañana. La miel se considera en realidad el mejor carbohidrato para comer antes de comenzar cualquier rutina de actividad física, en cualquier momento del día.
Come miel con moderación cuando seas paleo
Aunque la miel es natural y está repleta de muchos beneficios para la salud, debe utilizarse con moderación en una dieta de alimentos paleo. La miel natural contiene una cantidad decente de fructosa, que sólo se metaboliza en nuestro hígado, al igual que se procesa el alcohol. El consumo excesivo de este edulcorante natural podría presionar a tu hígado, que necesita trabajar aún más para absorberlo en tu sistema. Esto puede provocar resistencia a la insulina, enfermedades hepáticas, obesidad y diabetes.