Noticias | Palabras Rachel Knight | 20 Sep 2018
Un nuevo informe revela profundas brechas entre los servicios de apoyo a la vivienda, y arroja luz sobre las oportunidades de cambio a nivel del sistema.
Los precios cada vez más inasequibles de la vivienda y un mercado de alquiler muy competitivo hacen que miles de familias carezcan de un hogar seguro y estable. En respuesta a este problema creciente, el Ayuntamiento de Auckland encargó a Innovation Unit Australia New Zealand que comprendiera las experiencias de las personas con respecto a la inestabilidad de la vivienda para informar sobre un plan intersectorial de personas sin hogar para Tāmaki Makaurau (Auckland).
El Ayuntamiento de Auckland pidió al equipo que se centrara específicamente en las madres solteras y sus hijos, ya que se sabe que este grupo es especialmente vulnerable a la intensa inestabilidad de la vivienda.
Para entender sus trayectorias, nos centramos en tres áreas clave:
- ¿Qué provoca que las madres solteras pierdan su hogar?
- ¿Qué se interpone en su camino, o qué les ayuda a encontrar y asegurar un hogar?
- ¿Qué impacto tiene esta experiencia en ellas y en sus hijos?
La respuesta abrumadora fue que el sistema de vivienda hace increíblemente difícil que las madres solteras encuentren un hogar seguro y estable para su familia. Aunque estas madres demostraron resistencia y determinación para mejorar su situación para sus hijos, se encontraron con la discriminación, los obstáculos, las situaciones de trampa y las enormes cargas de trabajo para recibir cualquier tipo de apoyo.
También aprendimos que las madres:
1. Tenían que tomar decisiones difíciles sobre la crianza, las finanzas y el bienestar con poca información, o con información contradictoria. Las madres se sentían frustradas por lo difícil que era averiguar las ayudas a las que tenían derecho y el tiempo que tenían que esperar para recibir una casa social. A menudo pasaban de una organización a otra o diferentes personas les decían cosas distintas. Para complicar aún más las difíciles decisiones que tenían que tomar para sus familias, las madres explicaron que las opciones que eran mejores para sus hijos a menudo iban en detrimento de su propio bienestar. Un ejemplo fue el de una madre que tuvo que elegir entre quedarse en su coche durante el invierno, donde podía garantizar un entorno cariñoso para su bebé, o volver con una pareja maltratadora para tener un techo sobre su cabeza.
2. Aprendieron a desconfiar de los servicios de apoyo cuando pidieron ayuda y fueron rechazadas. Las madres consideraban que acudir a los servicios de apoyo formales era el último recurso, y si eran tratadas mal o no cumplían los criterios de apoyo la primera vez y en el lugar en que pedían ayuda, aprendían a temer y evitar los servicios. En lugar de volver a buscar ayuda formal, algunas madres se quedaron sin comida para ellas y para sus hijos, se endeudaron y permanecieron en entornos insalubres e inseguros.
«Cuando te tragas el orgullo y vas a pedir ayuda sólo para recibir un no de todo el mundo, realmente te echa para atrás… A veces prefieres morirte de hambre antes de que te traten así y te desprecien».
3. A menudo tuvieron que mentir para mantener a sus familias. Cuando las madres no cumplían los criterios de ayuda en una serie de organizaciones, sus amigos, colegas y el personal de primera línea las animaban a «estirar la verdad» para conseguir la ayuda que necesitaban. También fue necesario mentir en el mercado de alquileres privados para sortear obstáculos como no tener referencias de un propietario anterior.
4. Sentían que el coste emocional, de tiempo y financiero del apoyo formal a veces superaba el beneficio. Las madres describieron la enorme carga de trabajo que supone coordinar múltiples agencias de apoyo a la vez, y las situaciones de «trampa» causadas por las diferencias entre los criterios de apoyo de las diferentes organizaciones. Un ejemplo fue el de una madre que dejó su casa para buscar seguridad en un refugio para mujeres de una pareja violenta. Cuando el refugio no quiso acoger a su hijo mayor, que superaba el límite de edad, éste fue acogido por Oranga Tamariki. La madre fue considerada entonces como una prioridad menor en la lista de espera de la vivienda social, ya que su hijo ya no estaba a su cargo, pero no podía recuperarlo sin proporcionarle un hogar.
«Estaba interactuando con 12 organismos a la vez. Era abrumador, pero tenía miedo de soltar a uno por si decían que no estaba capacitada para ser madre».
El informe también muestra las trayectorias de tres madres diferentes en materia de vivienda, un resumen de los principales obstáculos y facilitadores a lo largo del proceso de búsqueda de vivienda, y el impacto de estas experiencias en las madres solteras y sus hijos.
Lea el informe completo aquí.