La nueva supertoxina del botox tiene sus detalles censurados

Por Debora Mackenzie

Se ha descubierto un nuevo tipo de toxina botulínica, la sustancia más mortífera conocida. Como todavía no tiene antídoto, la secuencia de ADN que la sustenta se ha ocultado de las bases de datos públicas. Es la primera vez que una secuencia se mantiene en secreto por motivos de seguridad.

La inyección de apenas 2 milmillonésimas de gramo, o la inhalación de 13 milmillonésimas de gramo, de la proteína botulínica producida por la bacteria del suelo Clostridium botulinum matará a un adulto. La toxina bloquea la liberación de acetilcolina, la sustancia química segregada por los nervios que hace funcionar los músculos. Las personas que la ingieren accidentalmente, como puede ocurrir cuando la bacteria crece en los alimentos, desarrollan botulismo y a menudo mueren de parálisis.

Las víctimas son tratadas con anticuerpos monoclonales, que son proteínas inmunitarias producidas artificialmente que reaccionan con las siete familias de botulinum -denominadas de la A a la G- descubiertas hasta ahora.

Stephen Arnon y sus colegas del Departamento de Salud Pública de California en Sacramento informan esta semana de que han encontrado una octava toxina -tipo H- en las heces de un niño que presentaba los síntomas típicos del botulismo.

Secuencia secreta

El equipo secuenció el ADN bacteriano que codifica la toxina, y descubrió que constituye una rama separada en el árbol genealógico del botulinum.

La nueva toxina sólo reaccionó débilmente con algunos de los anticuerpos estándar suministrados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. en Atlanta, Georgia. Ninguno de estos anticuerpos protegió a los ratones de los efectos de la toxina.

El equipo también intentó cultivar anticuerpos contra la toxina tipo H en conejos. Si bien éstos protegieron a los ratones, se necesitó una dosis mayor que la necesaria para tratar a las familias A a G. Será necesario seguir trabajando para desarrollar un anticuerpo más potente, ampliar su producción y probar su seguridad en humanos antes de que haya un remedio eficaz para la toxina H.

Normalmente, la secuencia del gen de la bacteria que crea la toxina se publicaría en la base de datos pública GenBank, pero se decidió que esto era demasiado arriesgado en la actualidad.

Debate sobre la toxina

Los editores del Journal of Infectious Diseases, donde se publicó la investigación, escriben: «Debido a que todavía no se han desarrollado antitoxinas para contrarrestar la nueva toxina C. Botulinum, los autores mantuvieron consultas detalladas con representantes de numerosas agencias gubernamentales de EE.UU.»

Estas incluyeron el laboratorio de enfermedades infecciosas del Ejército de EE.UU., el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU., los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y varios otros departamentos gubernamentales de salud.

Las agencias aprobaron los artículos publicados esta semana, pero sin la secuencia genética de la toxina. Ésta se publicará una vez que se disponga de un tratamiento eficaz.

Investigación de doble uso

La publicación de la secuencia habría supuesto «un riesgo inmediato e inusualmente grave para la sociedad», dijo David Relman, de la Universidad de Stanford, en un comentario adjunto. Relman fue uno de los seis miembros de un comité gubernamental estadounidense que el año pasado se mostró en desacuerdo con la decisión de publicar una investigación que mostraba cómo hacer que la mortal gripe aviar H5N1 fuera fácilmente transmisible entre los mamíferos.

Esa investigación fue bautizada como «investigación de doble uso preocupante», porque conlleva la posibilidad de ser utilizada con fines nefastos además de científicos y médicos.

La idea de que un bioterrorista ponga botulina en los alimentos -dejando caer unos gramos en un camión de leche, por ejemplo- es una vieja pesadilla de los expertos en bioseguridad.

El equipo de Arnon advierte que probablemente haya otras toxinas botulínicas en la naturaleza, esperando a ser descubiertas.

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