La historia de la depresión

A lo largo de la historia de la humanidad, y mucho antes de nuestra definición actual de la depresión mayor o del tratamiento del trastorno de depresión mayor, el concepto de depresión ha sido moldeado y reconcebido repetidamente. A medida que la sociedad cambia, también lo hace su visión de la depresión, con filósofos, teóricos sociales, artistas y profanos, todos ellos añadiendo su propia aportación a lo que constituye esta experiencia difícil de precisar, que, para muchos, forma parte de su vida diaria.

La visión actual de la depresión, como un trastorno del estado de ánimo caracterizado por sentimientos de vacío y tristeza, contiene los ecos de las visiones pasadas y sus asociaciones con diferentes características. Por este motivo, una comprensión más profunda y exhaustiva de la depresión requiere una mirada más profunda sobre cómo ha evolucionado esta afección a lo largo del tiempo.

Un estado mental melancólico

Considerado el «Padre de la Medicina», Hipócrates (460 – 370 a.C.) era un antiguo médico griego que consideraba que todos los mecanismos corporales estaban causados por la cantidad relativa de cuatro fluidos internos, llamados humores: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema. Creía que el equilibrio entre los cuatro fluidos provocaba una buena salud, mientras que la deficiencia o el exceso de uno de ellos causaba dolencias físicas.

El médico y filósofo griego Galeno (129 d.C. – c. 200/c. 216) amplió la teoría de Hipócrates al afirmar que los tipos de personalidad también se derivaban de un exceso de uno de los cuatro humores.

Según la teoría de los humores, el tipo de personalidad melancólica se creaba por un exceso de bilis negra. En consecuencia, los melancólicos eran vistos como personas introvertidas y de pensamiento profundo, que normalmente se relacionaban más con la parte más triste del espectro emocional. Es a partir de esta percepción de la melancolía que nuestro concepto actual de depresión acabó evolucionando.

La depresión y un enfoque dual de las enfermedades mentales

Fue el psiquiatra alemán del siglo XIX Emil Kraepelin quien empezó a referirse a las diversas formas de melancolía como «estados depresivos», debido al bajo estado de ánimo que los define. Kraepelin también adoptó un enfoque dual de la enfermedad mental, separando la depresión en dos categorías: la depresión maníaca y la demencia precoz.

La distinción de Kraepelin se basaba en si el origen de la depresión era externo o interno: si la depresión era causada por una tragedia externa, como la muerte de un ser querido, se consideraba una forma de depresión maníaca y se esperaba que fuera episódica y pasajera.

Sin embargo, la depresión que no provenía de una causa externa conocida se entendía que había «crecido» fuera de la psique del individuo, y como tal se consideraba una ruptura de la realidad que es similar a la esquizofrenia actual.

La distinción que Kraepelin hizo entre ambos tipos de depresión sigue siendo relevante hoy en día: muchos pacientes siguen contando cómo la gente está más dispuesta a ofrecer simpatía si se entiende claramente el origen de su depresión: como tal, un individuo cuya depresión fue causada por ser testigo de un evento traumático es probable que reciba más apoyo social que alguien cuya depresión apareció durante la adolescencia.

Duelo por un amor sin nombre

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, publicó sus propias ideas sobre la depresión en su ensayo de 1917, Duelo y melancolía. En él, Freud describió la melancolía de manera similar a nuestra visión actual de la depresión, elaborando que la melancolía se define por una sensación de pérdida que surge cuando el objeto que se ha perdido es desconocido, debido al proceso mental de represión.

Freud postuló que la depresión interfiere con el proceso normal de duelo, haciendo que el individuo sienta una tristeza general al entrar en contacto con el mundo en general, mientras experimenta la angustia y la desesperanza que le asaltan como ineludibles. En lugar de interiorizar los aspectos positivos de la persona u objeto que se ha perdido, y aceptar sus defectos, la persona que experimenta la melancolía redirige cualquier resentimiento persistente hacia sí misma, mientras mantiene el recuerdo de su ser querido perdido como una versión ideal e intocable de lo que fue en la vida real.

Una visión más fundamentada de la depresión

El psiquiatra suizo Adolf Meyer se alejó del psicoanálisis, en favor de un enfoque de la depresión más empírico. Presidente a la postre de la Asociación Americana de Psiquiatría, Meyer argumentó a favor de considerar los factores biológicos, junto con los mentales y familiares, como elementos que contribuyen significativamente a la aparición de la depresión.

ICD, DSM y un consenso de diagnóstico de las enfermedades mentales

Al abundar las teorías sobre salud mental desde finales del siglo XIX, se hizo necesario alcanzar un consenso de trabajo sobre cómo identificar, agrupar y tratar las afecciones mentales basándose en datos estadísticos de campo. Así, se hicieron varios intentos de crear un sistema de clasificación de la salud mental exhaustivo.

Finalmente, surgieron dos sistemas principales: la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades, Lesiones y Causas de Muerte (CIE) en 1949, y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) en 1952. Mientras que la CIE examina tanto las dolencias físicas como las mentales y se utiliza en todo el mundo, el DSM examina específicamente los trastornos mentales y se utiliza principalmente en Estados Unidos. Ambos se actualizan periódicamente para reflejar los cambios de los tiempos y sus enfoques cambiantes de la salud mental.

Los años 60 y 70 fueron testigos de un impulso para una mayor confianza en el análisis estadístico, con el campo de la psiquiatría con el objetivo de consolidar su estatus como una profesión médica empírica. Como resultado, se desarrollaron herramientas más sofisticadas para evaluar la depresión, principalmente la Escala de Calificación de la Depresión de Hamilton (HDRS) de 1960, y el Inventario de Depresión de Beck (BDI) de 1961. Ambos se consideran estándares de oro y se siguen utilizando hoy en día.

Tras estos cambios, el DSM-III, que se publicó en 1980, pretendía reevaluar la forma de hablar de la salud mental, alejándose del lenguaje patologizante y ofreciendo un enfoque más compasivo. Esto ayudó a contrarrestar algunos de los estigmas a los que tenían que enfrentarse los individuos que luchaban contra la depresión (y que todavía lo hacen a menudo).

A medida que los tiempos cambiaban, también lo hacían las definiciones de depresión de la CIE y el DSM, con los diversos síntomas que entran en el diagnóstico reflejando datos de campo actualizados. Como ejemplo de este cambio, el DSM-IV, que se publicó en 1994, excluyó los casos de depresión que pueden explicarse mejor por el duelo.

El DSM-V, que se publicó en 2013, añadió un subdiagnóstico de depresión de «rasgos mixtos» que incluye episodios maníacos, además de un subdiagnóstico de «angustia ansiosa» que se define por tener al menos dos de los siguientes síntomas: tensión, inquietud, dificultad para concentrarse debido a la preocupación, miedo a que pueda ocurrir algo horrible y sensación de pérdida de control.

Avances biológicos en el tratamiento de la depresión

Además de los desarrollos diagnósticos de la CIE y el DSM, a mediados del siglo XX se produjo una revolución en el tratamiento de la depresión cuando se introdujo la medicación antidepresiva como una opción sanitaria eficaz y cada vez más común. El tratamiento de la depresión mediante la medicación puso de manifiesto las posibles causas biológicas y genéticas que la originan, y ofreció a muchos pacientes el tan esperado alivio de los síntomas.
Los antidepresivos afectan a la secreción cerebral de neurotransmisores, que son sustancias químicas que transmiten información entre las células nerviosas. A lo largo de los años, se han aprobado y puesto a disposición del público varias generaciones de antidepresivos, cada una de las cuales influye en las vías neuronales implicadas en la depresión de forma diferente.

Las tres clases de antidepresivos que se prescriben con mayor frecuencia en la actualidad son:

  • Antidepresivos tricíclicos (ATC), que actúan sobre la norepinefrina y se introdujeron a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960. Algunos ejemplos son Elavil y Tofranil
  • Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que se introdujeron a mediados de la década de 1980. Algunos ejemplos son Prozac y Zoloft.
  • Inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN), que se introdujeron a mediados de los años 90. Algunos ejemplos son Cymbalta y Effexor.

Se ha comprobado que las tres clases de medicamentos alivian eficazmente los síntomas de la depresión, aunque su eficacia sólo puede medirse tras varios meses de tratamiento. Además, los efectos secundarios que los acompañan pueden ser a veces graves, e incluyen el aumento de peso, la disfunción sexual, las náuseas, la visión borrosa y el aumento del ritmo cardíaco.

Ofreciendo una visión alternativa: Existencialismo, humanismo, psicología cognitiva

Los escritos de los primeros visionarios (en particular Freud) ayudaron al mundo moderno a comenzar a conceptualizar y abordar la depresión. Sin embargo, con el tiempo, estos puntos de vista consensuados recibieron una perspectiva algo más humilde, ya que también se empezaron a considerar enfoques más contemporáneos de la depresión. El existencialismo, el humanismo y la psicología cognitiva son tres ramas de la psicología que se desarrollaron más o menos durante el mismo período de tiempo y que ofrecen sus propias perspectivas sobre la depresión.

El existencialismo: El existencialismo ganó popularidad después de la Segunda Guerra Mundial, debido a su enfoque en la búsqueda de sentido del individuo en un mundo que a menudo parece incomprensible.
Entre los principales teóricos existenciales estaba el psicólogo Rollo May, que describió la depresión como «la incapacidad de construir un futuro». Postuló que cuando una persona es incapaz de imaginar un futuro en el que pueda vivir realmente sus pasiones, experimenta una profunda impotencia que puede convertirse en depresión. Para contrarrestar esto, May animaba a aceptar la tristeza como parte de la experiencia humana, en lugar de negar su existencia.

Jerarquía de necesidades de Maslow

Humanismo: El humanismo considera a las personas como agentes de cambio en sus propias vidas, y la depresión surge cuando la satisfacción de una necesidad se produce a expensas de otra.
El psicólogo Abraham Maslow ilustró este punto en su documento de 1943 sobre la «jerarquía de las necesidades», describiendo cómo la depresión se produce cuando las necesidades de supervivencia más urgentes (como la comida, el refugio o la seguridad) se satisfacen a expensas de las necesidades sociales y emocionales. Como resultado, alguien que, por ejemplo, invierte todo su tiempo y energía en trabajar por la seguridad económica, puede deprimirse y agotarse emocionalmente debido a la falta de relaciones estrechas.

Psicología cognitiva: La psicología cognitiva surgió a partir de la «revolución cognitiva» de los años 50-80, esforzándose por comprender la mente mediante herramientas empíricas. Una figura destacada de este movimiento fue el psiquiatra Aaron Beck, que desarrolló la herramienta de evaluación de la depresión BDI, así como la tríada cognitiva de Beck para la depresión.
Al analizar los factores que contribuyen a la depresión, Beck razonó que las creencias de un individuo con respecto a sí mismo, al mundo y al futuro se influyen mutuamente y determinan su susceptibilidad a la depresión: así, un individuo que cree que es culpable de su depresión, que el mundo es un lugar fundamentalmente triste y solitario, y que nada de esto cambiará nunca, probablemente desarrollará una depresión como resultado.

Avances tecnológicos médicos: TEC, EMT y EMT profunda

Durante el siglo XX, se inventaron varias tecnologías médicas de vanguardia que demostraron ser eficaces para tratar la depresión. De las diferentes opciones que se pusieron a disposición, la TEC, la EMT y su avance más reciente, la EMT profunda, han obtenido un mayor reconocimiento profesional y público

ECT: La terapia electroconvulsiva se utilizó originalmente para tratar la esquizofrenia, antes de que entre los años 60 y 80 se demostrara que era aún más eficaz para tratar los trastornos del estado de ánimo, la depresión en particular. En consecuencia, en la actualidad se utiliza principalmente para tratar esta enfermedad.

La terapia convulsiva funciona utilizando pulsos eléctricos para estimular el cerebro e inducir una breve serie de convulsiones. Aunque ha demostrado ser muy eficaz en el tratamiento de la depresión grave, la TEC tiene sus inconvenientes: a saber, que requiere una sedación completa, la posibilidad de pérdida de memoria a corto plazo y su percepción negativa por parte del público, que en gran parte tiene que ver con la información errónea que la caracteriza como un procedimiento traumático que altera la personalidad.

TMS: la estimulación magnética transcraneal está disponible clínicamente desde 2008, como una opción no invasiva para los pacientes resistentes al tratamiento de la depresión que desconfían de la TEC. El procedimiento inicia una serie de pulsos electromagnéticos, mantenidos dentro de un dispositivo manual con forma de ocho. Una vez activados, los pulsos regulan la actividad neuronal de estructuras cerebrales que han demostrado estar relacionadas con la depresión.

Casco de depresión de BrainsWay
Casco de EMT profunda de BrainsWay

Aunque la EMT ha demostrado ser segura y eficaz para aliviar los síntomas de la depresión, se han puesto de manifiesto ciertas limitaciones con respecto a esta forma original y estándar de EMT: en primer lugar, el alcance relativamente estrecho de la bobina en forma de 8 significa que la EMT estándar sólo puede regular unas pocas estructuras en un momento dado. Esto significa que la EMT a veces sufre problemas de orientación, ya que los pulsos reguladores pueden pasar por alto algunas de las estructuras relevantes. Además, la EMT estándar a veces tiene problemas para estimular directamente las estructuras cerebrales más profundas, lo que también puede disminuir la eficacia del tratamiento.

EMT profunda: La estimulación magnética transcraneal profunda, o EMT profunda, un avance del tratamiento estándar de EMT de figura 8, responde a algunos de los problemas planteados con su predecesor. La EMT profunda se introdujo por primera vez en 1985, y obtuvo la autorización de la FDA en 2014, como una forma de estimulación cerebral no invasiva, y al igual que la EMT estándar, utiliza campos magnéticos para regular de forma segura y eficaz las estructuras cerebrales asociadas a la depresión, así como otras condiciones de salud mental.

La tecnología patentada H-Coil de la EMT profunda se mantiene dentro de un casco acolchado que se coloca en la cabeza del paciente. Los campos magnéticos producidos por la bobina H no sólo consiguen llegar a zonas más amplias del cerebro, sino que también estimulan directamente estructuras situadas en regiones más profundas del cerebro, lo que contribuye a la eficacia del tratamiento.

La depresión hoy

Hoy en día, nuestra percepción de la depresión es la más diversa y bien estudiada que jamás haya existido. Sin embargo, el gran interés por esta enfermedad ha provocado una divergencia en los campos de estudio, en los métodos de tratamiento y en las opiniones sobre lo que constituye la depresión como trastorno de salud mental. Todas estas posibilidades pueden confundir, comprensiblemente, a quienes se enfrentan a la depresión, así como a sus cuidadores y a otras personas de su entorno. Por lo tanto, es importante estar bien informado sobre las diferentes opciones disponibles para luchar contra la depresión, y descubrir lo que funciona para usted en un entorno de apoyo, profesional y atento. Es muy aconsejable consultar a un profesional de la salud mental que esté familiarizado con su historial médico y de salud mental, así como considerar tanto los métodos probados como las alternativas más nuevas y de bajo riesgo.

Ya sea a través de un tratamiento psicoanalítico profundo, un enfoque más existencial, la exploración de opciones de tratamiento científicamente probadas como la EMT profunda, la incorporación de la medicación en su régimen de atención médica o la consideración del conjunto de creencias perjudiciales que la definen, las personas que luchan contra la depresión hoy en día son capaces de beneficiarse de aquellos que les precedieron. La filosofía, la investigación y los cambios culturales que continúan hasta el día de hoy han dado como resultado una multitud de perspectivas, una gama de opciones de tratamiento disponibles y el conocimiento, en cierto modo reconfortante, de que nuestra pasión por obtener una mejor comprensión de la depresión ya nos ha hecho progresar como sociedad hacia una visión más completa, más amplia y más compasiva de esta compleja condición.

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