La felicidad sólo es real cuando se comparte

«La felicidad sólo es real cuando se comparte»… Eso es lo que escribió Christopher McCandless antes de morir en el desierto de Alaska a los 24 años. Murió de hambre.

Si no conoces su historia, mira la película ‘Into The Wild’, o lee este artículo en el NYTimes Adventures of Alexander Supertramp.

Hizo autostop por el continente durante dos años antes de acabar en una furgoneta improvisada en Alaska. Renunció a las riquezas de su familia y a un posible futuro brillante. Alejado del ámbito materialista del mundo, en un término más sutil, buscaba el sentido de la vida en solitario tratando de matar al «falso ser interior».

Aunque muchos encuentran su historia conmovedora y fascinante, para otros sigue siendo una persona que ingenuamente no estaba preparada ni planificada para sobrevivir en la naturaleza.

Sin duda, se puede debatir sobre las ideas y decisiones que de McCandless. Y seguro que no conviene que nadie romantice su visión de la vida. Al fin y al cabo, sólo tenía 20 años y aún le quedaba la mejor parte de su vida.

Sin embargo, esta cita suya en particular me intriga inquietantemente.

«La felicidad (es) sólo real cuando se comparte».

No es una pataleta filosófica de un chaval de 20 años que, aburrido como una ostra, decide ser pseudointelectual y cagarse en el mundo con citas pretenciosas.

Viene de una persona que probablemente ve muy cerca su inminente muerte. Está débil, está solo, está cansado y tiene hambre. En un momento tan desesperado, podría ser quizás su epifanía.

Podría ser su momento de revelación sobre lo que realmente es la vida.

Podría ser algo que un moribundo en solitario se da cuenta de que el resto en la multitud no entiende.

Podría ser cierto…

La felicidad sólo es real cuando se comparte.

Suena encantador.

Pero también es aterrador para una persona como yo que personalmente encuentra la autosuficiencia y la reclusión como la preferencia fundamental de la vida. Para alguien que ama vivir solo y encontrar la felicidad en su interior, la cita entra en contradicción directa.

¿Y si Christopher McCandless tiene razón?

Si es así, ¿qué pasa si nunca encuentro gente con la que compartir mi felicidad?

¿Y si nunca soy realmente feliz?

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