El amor siempre es un desafío porque implica salir de nuestra supuesta comodidad, de una mismidad que conocemos hacia un otro que queremos, que nos dio indicio de sentir algo de amor ¿Hay un resultado asegurado? Por supuesto que no, aunque sabemos que la empresa vale la pena demasiado; el resultado puede ser desmesurado ¿Y qué hacemos con la distancia, la lontananza entre dos cuerpos anhelantes? Seguramente la respuesta a ese interrogante será muy particular y dependerá de cada uno de los vínculos en lo estricto. Por eso, para que halles respuestas, lecturas, reflexiones al respecto, te presentamos imágenes de amor a distancia con frases y pensamientos ¡Un material excelente!
Imágenes con frases de amor a distancia para descargar
El amor a distancia es un riesgo sobre riesgo, pero que sin embargo muchos lo llevan adelante. Claro está que los resultados nunca están asegurados, pero en el amor, bajo cualquier coyuntura, eso suele suceder.
Se brinda por el amor, de la naturaleza que sea. Porque esa flor hermosa puede crecer en cualquier sitio. Y aunque el lugar la determina en parte, no para de nacer y con cuidados justos se fortalece.
Esperar es una buena opción. Sabemos que la distancia siempre merece o comporta otras paciencias. Los apurados, los que tachan días con dolor tendrán que hacerse a un lado. Sí, hay que ser un poco impasibles ante una realidad semejante.
Cuando hay amor no deben haber dudas, eso está claro. La infidelidad, la traición puede producirse a escasos metros. Así que los que viven un amor a distancia deberán desarrollar paciencia y confianza, un valor el último que pocas veces nacen y que merece mucho esfuerzo.
Y sabemos que duele no tener a la otra persona porque, en definitiva, una relación es cercanía, es vivencia compartida aquí y ahora. Mucha tecnología, todos los medios de comunicación que se quieran pero siempre significarán una pálida sombra respecto a lo que puede ser con el objeto de amor presente en cuerpo.
Y esa persona es un pensamiento recurrente, un suspiro continuo, un pensamiento que no oscila, sino que se vuelve perenne. A veces las ausencias pueden estar excesivamente presentes.
Pero si hay una fuerza que lo une todo, ese dios primordial que solo congrega y nunca divide, es claramente el amor. Confiemos en él, seamos sumidos portadores de sus fuerzas y dejémonos llevar siempre con lealtad hacia el prójimo amado. Esos ingredientes son imprescindibles para cualquier vínculo a la distancia; luego el destino o el azar dirá.
Solemos decir destino, pero esa idea, metafísica por lo incomprobable por fuera de la materialidad, es molesta. La tomamos, pero cuando pensamos un poco nos molesta. Es que si hay destino no hay responsabilidad, no hay culpa, espontaneidad ni mucho menos libertad. Justamente es la contingencia en la vida lo que hace que exista el libre albedrío: el amor a la distancia debe saberlo.
Cuando su voz comienza a desdibujarse, los abrazos a despedirse de nuestro tacto y su mirada desaparece, hay que hacer algo. La distancia no tiene que obliterar el amor, aunque tenemos que aprender a medirla.
A veces sentimos esa acerba sensación de que esa persona es todo lo que necesitamos, pero está lejos y comporta enormes esfuerzos un vínculo. Aparecen, entonces, dos alternativas: hacemos números, cálculos, elucubraciones o, simplemente, nos arriesgamos. Cada uno seguirá el camino que considere pertinente o el que lo envuelva sin darse cuenta.
Sí, aunque cueste. Sí, sí, es la palabra que vamos a repetir sin cesar si anhelamos mucho un amor a distancia. Sabemos que las empresas arduas merecen emprendedores poderosos; tendrás que ser uno de ellos. Nada de liviandades; esto es sustantivo.
La distancia aleja el árbol, pero permite vislumbrar el bosque. Muchas personas se sienten mejor con ella porque podemos pensar un poco mejor ¿Extrañamos a esa persona? ¿No suma? ¿Somos inmunes a la ausencia de su cariño? Preguntas que, sin lugar a dudas, surcarán y surcan muchas almas.
El pensar es el acto más poderoso para acercar. No es el cuerpo, claro está; pero es una excelente manera de tener presente. Tantos vínculos pegados en lo físico pero lejanos en lo inteligible. Asimismo, existen la cifra perfecta a la inversa.
La indiferencia es lo que mata. Si eso acaece en la cercanía, imagínate, querido lector, a la distancia. La indiferencia, asimismo, exaspera, porque se espera reacción siempre, incluso violenta; pero nunca la nada misma, esa aridez dolorosa como espada filosa.
La distancia no tiene que ser un problema. Eso debe ser repetido, casi como un mantra, por aquellos soñadores que se abocan a semejante realidad y se aferran a ella.
Pregúntale a la noche, esa gran espectadora, si no te pienso, si no recuerdo, a veces con nostalgia, otras con felicidad, lo mucho que me faltas.
Pensar en alguien es un acto maravilloso para quien es objeto del cavilar. Sí, entre tanto torbellino ideacional, la persona se detiene por ti instantes, horas, eternidades.
La distancia es un enorme desafío. Solo valientes que saben lo que quieren se arriesgan; otros, en cambio, sentirán que el albur es peligroso o que no vale la pena. Mientras que nadie salga lastimado, naturalmente, cualquier respuesta es válida ante semejante realidad.
Si se quiere realmente, si se quiere con todas las fuerzas, si se sabe con seguridad que esa persona es la indicada, no deben haber dudas ¿Cómo podrían emerger? Una zozobra al respecto es un movimiento que daría cuenta de que las seguridades se desvanecen; claramente no puede suceder si queremos un futuro lleno de unión.
El amor acorta distancias: se puede sentir desde las máximas lejanías y vislumbrar desde las más próximas cercanidades. Digamos que no hay manera de determinarlo, por lo menos en lo temporal. Por eso se parece a una deidad; tal vez sea infinito.
Siempre es duro porque estamos acostumbrados a sentir con el cuerpo, pegado, muy pegado. Pero se puede salir adelante, naturalmente, con la misma herramienta que nos mantiene unidos.
Una prueba difícil, siempre. Pero ya sabemos que sentimos cuando superamos un escollo, más si es de envergadura: sentimos felicidad, estamos orgullosos de nosotros. Sentimientos genuinos, sin lugar a dudas.
Seguridad, eso es lo que se necesita. Hay fe, en estas cuestiones. Y sabemos que la fe es un artículo que no se conmueve frente a los escollos, dudas, dificultades, realidades totalmente obtusas. No; ella se mantiene incólume porque tiene una idea fija, tan fuerte que nada podría alejarse. El hombre todo lo enorme lo ha hecho con fe, religiosas o de otro tipo.
El amor hace ese milagro: que las distancias se recorten y las sensaciones de cercanía estén a flor de piel. No sabemos si alguno lo considerarán un remedo; pero debe ser tenido en cuenta como un hecho importante para aquellos que apuestan a los amores de esta naturaleza.
Se pueden contar también los días para culminar con la distancia. Porque a nadie, está claro, le puede gustar. Una cosa es luchar contra una realidad que en lo próximo no se puede franquear; otra, en cambio, disfrutarla.
Hay amores que solo se guardan en el corazón, que se extinguen en el mismo pensamiento, quizás cavilados hasta el infinito. Hay otros que se palpitan en la realidad, con todos sus dolores, incomodidades y bellezas.