Estudio: La risa es realmente contagiosa

Si ves a dos personas riéndose de un chiste que no has oído, lo más probable es que sonrías de todos modos, aunque no te des cuenta.

Según un nuevo estudio, la risa es realmente contagiosa: el cerebro responde al sonido de la carcajada y prepara los músculos de la cara para unirse a la alegría.

«Parece que es absolutamente cierto que ‘ríe y todo el mundo ríe contigo», dijo Sophie Scott, neurocientífica del University College de Londres. «Hace tiempo que sabemos que, cuando hablamos con alguien, solemos reflejar su comportamiento, copiando las palabras que utiliza e imitando sus gestos. Ahora hemos demostrado que lo mismo parece ocurrir con la risa, al menos a nivel cerebral».

El enfoque positivo

Scott y sus compañeros de investigación reprodujeron una serie de sonidos a voluntarios y midieron las respuestas de su cerebro con un escáner de IRMf. Algunos sonidos, como la risa o un grito de triunfo, eran positivos, mientras que otros, como los gritos o las arcadas, eran negativos.

Todos los sonidos desencadenaron respuestas en la región cortical premotora del cerebro, que prepara los músculos de la cara para que se muevan de la forma correspondiente al sonido.

La respuesta fue mucho mayor en el caso de los sonidos positivos, lo que sugiere que son más contagiosos que los negativos, lo que podría explicar nuestras sonrisas involuntarias cuando vemos a la gente reírse.

El equipo también comprobó el movimiento de los músculos faciales cuando se reproducían los sonidos y descubrió que las personas tendían a sonreír cuando escuchaban risas, pero no ponían cara de asco cuando oían arcadas, dijo Scott a LiveScience. Atribuye esta respuesta al deseo de evitar las emociones y sonidos negativos.

¿Más antiguo que el lenguaje?

El contagio de las emociones positivas podría ser un importante factor social, según Scott. Algunos científicos creen que los ancestros humanos podrían haber reído en grupo antes de poder hablar y que la risa podría haber sido un precursor del lenguaje.

«Solemos encontrarnos con emociones positivas, como la risa o los vítores, en situaciones de grupo, ya sea viendo un programa de humor con la familia o un partido de fútbol con los amigos», dijo Scott. «Esta respuesta del cerebro, que nos incita automáticamente a sonreír o reír, proporciona una forma de reflejar el comportamiento de los demás, algo que nos ayuda a interactuar socialmente. Podría desempeñar un papel importante en la creación de vínculos fuertes entre los individuos de un grupo».

Scott y su equipo estudiarán estas respuestas emocionales en el cerebro de las personas con autismo, que presentan «fallos generales en el procesamiento social y emocional» para comprender mejor la enfermedad y por qué quienes la padecen no reflejan las emociones de los demás, dijo.

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