Mercury compartió la noticia de su enfermedad con Freestone -una de las primeras personas en saberlo- en 1987. «Se me salió el corazón del pecho», recuerda Freestone. «Dijo que a partir de entonces no hablaríamos más del tema. En lo que respecta a Freddie, tenía el resto de su vida por delante». Así que siguieron adelante, juntos.
Para el 10 de noviembre, Freddie Mercury había dejado de tomar su medicación. Preparó su declaración. Luego se fue a la cama. Hablando con Rock and Roll Garage, Freestone explicó que en esa última semana, para asegurarse de que alguien estuviera siempre con Mercury, tres personas -él era una- se alternaban las noches para vigilar a Freddie, que había llegado a un punto de declive en el que dejarlo solo podría ser fatal. Ese viernes por la noche, le tocó a Freestone. A lo largo de la noche, Mercury se despertaba repetidamente, siempre para ver a Freestone sentado a su lado, cogiéndole la mano para que supiera que no estaba solo.
«Una de las últimas cosas que me dijo, y es una de esas cosas que recordaré el resto de mi vida, fue ‘gracias’. No sé si me dijo gracias por haber estado con él esa noche o durante los últimos 12 años. No lo sé y nunca lo sabré».
Al día siguiente, se emitió el comunicado en el que se anunciaba el estado de Freddie Mercury al mundo. Y al día siguiente, murió en su casa a causa de una bronconeumonía debida al SIDA.