Crítica de The Coolidge Effect – la insaciable demanda de porno en internet

Historias para conectarnos es el nombre que la compañía de Glasgow Wonder Fools ha dado a su temporada online – y con razón. En nuestros meses de encierro, la conexión es exactamente lo que hemos echado de menos. Es irónico, pues, que The Coolidge Effect, el segundo espectáculo de la temporada, trate sobre la desconexión. Su tema es la pornografía en Internet, algo que podría haber sido construido a propósito para una época de aislamiento social.

Los dramaturgos Jack Nurse y Robbie Gordon señalan que los sitios porno atraen más visitantes que Netflix, Amazon y Twitter juntos. Sin embargo, si se habla del porno, es en tonos furtivos. Se podría decir que es una pandemia secreta.

Dado un pulido cambio de imagen de audio en su transferencia desde el escenario, El efecto Coolidge toma su nombre de un experimento de 1955 de Frank A Beach. Éste teorizó que la excitación sexual no se rige por el acto sexual en sí, sino por la variedad de la experiencia sexual. El apetito sexual de una rata macho a la que se le daba una nueva pareja femenina cada día nunca disminuía.

En su animada mezcla de conferencias, relatos y entrevistas, la obra sugiere que la variedad similar de experiencias sexuales disponibles en línea ha producido una demanda insaciable. Luego vienen la adicción y la disfunción sexual. Eso es especialmente problemático para una generación de hombres jóvenes que se gradúan directamente de sus Game Boys a Pornhub.

Sin embargo, no todo es alarma mojigata. Interpretada por Gordon y Jamie Marie Leary sobre un fondo de inquietantes paisajes sonoros electrónicos de VanIves, la obra encuentra espacio para justificaciones del porno que van desde lo feminista hasta lo sociológico. Se preocupa menos por la moralización que por la necesidad de debate. «Una historia de silencio», advierte, «nunca nos hizo ningún bien».

  • Disponible online hasta el 31 de octubre.

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