La abrasividad única de la melamina es lo que la convierte en un agente de limpieza tan poderoso. «Como espuma, la melamina es a la vez porosa y dura y actúa como un papel de lija extremadamente fino», dice Jessica Ek, Directora de Comunicaciones Digitales del Instituto Americano de Limpieza. A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con un detergente que descompone las manchas, la melamina utiliza en realidad diminutas bolsas de aire para raspar las manchas. «A nivel microscópico, las bolsas de aire parecen pequeños triángulos invertidos», explica Morgan Brashear, director de comunicación científica de P&G. «Cuando se activan con agua, los triángulos individuales se vuelven tan duros como el cristal. Los «puntales» -las puntas de la parte inferior del triángulo- se agarran al suelo y se arrastran por la superficie, de forma similar a un limpiaparabrisas». Por eso recomiendan hacer pruebas puntuales y evitar su uso en superficies muy delicadas, brillantes o de madera acabada. Los guantes también son una buena idea, ya que frotar los dedos repetidamente con una sustancia abrasiva es el tipo de exfoliación con el que no se quiere jugar.