Era el verano de 1986, y recuerdo la época como si fuera antaño…
Tenía veintitantos años, acababa de graduarme en el Fashion Institute of Design and Merchandising y estaba encantada de haber conseguido un puesto de dirección en una popular tienda de ropa. Al igual que la mayoría de los que estudiaron Marketing/Merchandising, también acepté la oportunidad de trabajar en una tienda de ropa. Dado que el comercio minorista me permitía estar cerca de la mercancía y de los clientes, era la forma perfecta de aprender a desenvolverme en un sector tan amplio y de comenzar mi carrera profesional. Una cosa que no esperaba era aprender una lección vívida, que resultaría en mi comprensión del verdadero significado del estilo, y que más tarde me catapultaría a la muy apasionada carrera que he elegido para mí como Estilista Wholistic.
Como gerente de la tienda, parte de mis deberes eran asegurar que los empleados se adhirieran a la política de vestimenta de la empresa. Dado que los directivos de la tienda creían que la mejor forma de publicidad era que los empleados estuvieran vestidos con las prendas, se nos ofrecían descuentos más que considerables para asegurarnos de que lleváramos la ropa más actual que se vendía en la tienda. En esencia, nos convertimos en empleados clonados con sutiles variaciones en nuestro atuendo. Eso es, por supuesto, con la excepción de Katie.
Como la mayoría de los individuos locos por la moda, la mayoría de nosotros esperábamos con ansias el botín de ropa de temporada. A medida que la nueva mercancía llegaba a las tiendas, abríamos ansiosamente las cajas de envío para reclamar nuestro derecho. Como hormigas metódicas, nos acercamos a la caja registradora y depositamos el botín de moda en el mostrador para comprarlo. Una vez más, a excepción de Katie.
Todavía recuerdo a Katie con sus ojos grises como el acero, su tez olivácea, su complexión delgada y su pelo peinado con un nudo desordenado o una cola de caballo. Su ropa parecía provenir del vestuario de alguna banda underground: montones de pulseras negras de goma, anillos de calavera, medias de rejilla y sus siempre presentes botas Doc Marten… de color negro, por supuesto. Dado que estábamos muy absortos con la moda exagerada de los años 80, las elecciones de moda de Katie parecían extrañas. Ella se alejaba definitivamente de lo que estábamos acostumbrados. Mientras que la mayoría llevaba colores brillantes con hombreras irrazonablemente grandes, y trenzas rociadas tan rígidas que podrías usarlas como arma, Katie se mantuvo fiel a sí misma y a su estilo de vida.
Katie no se dirigió a la caja registradora como el resto de las hormigas. En su lugar, sopesó cuidadosamente cómo la mercancía resonaba con su esencia y estilo de vida, y tomó su decisión a partir de ahí. Aunque Katie era una mujer muy fuerte que se cubría con lo que parecía una forma de armadura, también tenía un alma amable y no se avergonzaba de expresar su vulnerabilidad. Sus elecciones de ropa expresaban este oxímoron en su forma más real: la dureza de las botas Doc Marten negras emparejadas con delicadas medias de rejilla; camisetas de conciertos de rock combinadas con flacas faldas lápiz de encaje; gomas negras que compartían su muñeca con la dulzura de una pulsera de perlas.
En otras palabras, a pesar de lo que se vendía en la tienda, Katie se las arreglaba para mantenerse fiel a Katie. Mientras nosotros, las hormigas, comprábamos por la moda, Katie compraba por su estilo armonioso. No se convirtió en una esclava de la política de vestimenta acumulando grandes cantidades de mercancía. Por el contrario, hizo que la política de vestimenta funcionara a su favor diseccionando cuidadosamente la ropa para determinar lo que funcionaría en su vida. Katie no sólo ahorró dinero con su forma intencional de vestir y comprar, sino que también me enseñó una valiosa lección: el verdadero significado del ESTILO tiene muy poco que ver con lo que está de moda, y todo que ver con la forma en que nos expresamos en la forma más verdadera – Alma, Mente, Cuerpo y sí, Armario.
Katie, dondequiera que estés, te doy las gracias por esta maravillosa lección sobre la fidelidad a ti mismo, que es el verdadero significado del estilo.
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